Los humanos nacieron para estar en contacto, para lograr su objetivo junto con otros de su especie, para lograr el tan anhelado estado que con la sabiduría se transforma en camino. Sin embargo, había una excepción… El hombre tras las palabras es el prisionero de sus sueños.
Escapando de sus actos, sus pesares y sus ideas, encontró un mundo nuevo, lleno de posibilidades y vitalidad en el cual nadie era víctima de su propio destino, nadie podría sucumbir ante la presión del imposible. Pero su realidad era solitaria, y tras el humo y el sabor del licor apestado a maderas entretejía hermoso sueños e ideales que parecían hasta infantiles, pero son una renovación de aire fresco para quien tenga la virtud de apreciarlos.
Y el hombre tras las palabras se vuelve victima de su propia soledad.
La habilidad de forjar sueños es un castigo tremendo, como el guardián que muere por proteger o como el ayudante que todos le dan la espalda, esta destinado a sufrir el martirio de ver sus sueños destrozados… Pero aquello que aprenden a superar su derrota, son los que pueden cargar no solo con su peso, sino que también con el de los demás.
El hombre tras la palabras se levanta y sigue recorriendo los mundos oníricos, aportando con los pastizales de la esperanza en el mundo vacio donde hay tantos prisioneros, y tan pocos tienen el valor de soñar…
¡Adelante hombre tras las palabras! … Algún día, miraras tu obra cual artista mira su lienzo, y desde el fondo de tu alma, sonreirás.
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