Él lo intuye… Ella se esconde entre las sombras.
Con sus temblorosas manos encuentra en el sucio bolsillo de la discordia las píldoras que robo en la consulta… Serian la novena y decima del día de hoy. El aliento se disipa con los quiméricos hedores de la fauna nocturna, los latidos se camuflan con los ladridos de los vividores y el brillo de sus ojos queda tenue ante el resplandor del neón…
Él lo presiente… Ella está cerca.
No hay refugios que lo puedan contener, no hay persona que lo pueda ayudar, la sangre comienza a nublar la vista, el sudor se vuelve frio y el caminar pesado al punto de casi no avanzar…
Él lo recuerda… Ella sabe cómo encontrarlo.
Sin motivación, sin esperanzas… Solo se desploma en el asfalto, logrando arrastrarse hasta un oscuro callejón. Los recuerdos inundan su mente, los pensamientos viajan como ases de luz, el miedo detiene las hemorragias de su piel y el dolor de su alma evita la más mínima consciencia de su cuerpo.
Él lo sabe… Ella está ahí… Frente a él.
Libre de la tensión de un temor injustificado, puede ver todo claramente… Suspira, y sonríe de forma nerviosa…
Ella… Su amiga... Su amante... Su protegida... Su inspiración.
Él conocía bien los riesgos… Ella era su perdición.
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