viernes, 1 de octubre de 2010

Bienvenido a Chignahumictlan.

Frente a mí, un largo camino… Eterno y silencioso… Me daba la bienvenida con un jardín de flores moradas.

Llevo cuatro días caminando, mi sangre se seca, mi carne comienza a doblegarse. Desde una colina lo veo. Parece un rio, uno caudaloso. Se acerca a mi algo similar a un perro, el cual me lleva hasta una balsa de madera. Al despedirse me comenta que lo van a sacrificar. “No es un destino tan cruel” son sus últimas palabras… Con la distancia, su silueta desaparece. Logro atravesar al Apanoayan.

Tras la orilla del rio se imponen ante mí, dos gigantescas hermanas, montañas de solida roca, las cuales se mueven y cada cierto tiempo chocan entre sí. Algo me dice que no permitirán que mi paso sea fácil. Y tengo razón. Muelen mis músculos y rasgan mis vestimentas al intentar pasar. Siento el frio en mi cuerpo, siento el dolor, me siento desnudo. Mientras llego a Itzehecayan. Sus caricias son como navajas vírgenes. Sentí que no saldría completo de aquellos paramos, sentí que sería la última vez que vería mi cuerpo integro y unido entre sí.

Y mientras caminaba mas allá de los páramos donde los vientos cortan y desgarran la piel. .. Ahí la encontré. Su sonrisa era la razón de mi vida, sus ojos la luz de mi pasión. No me di cuenta que solo había tomado el rostro de quien tanto amaba, su forma se revelaba ante mi, aquel gigantesco tigre solo sonreia... No me di cuenta que al acercarme, ya había devorado mi corazón... Vivía mi propio Teocoylehualoyan.

En ese momento lo entendí todo. Mientras mis pies lloraban de dolor, mientras los cortes de mi cuerpo me desangraban, mientras mi alma agonizaba… Por la falta de mi corazón. Saliendo del estrecho camino entre piedras, llegue al final del camino. Ahí los vi, uno me miraba con respeto, el otro me miraba con compasión. Mis jueces estaban frente a mí, sus ojos contenían la vida de mis antepasados, y a su vez los antepasados de mis antepasados. “Bienvenido a Chignahumictlan” me dijeron al unisonó, mientras me mostraban la entrada al núcleo generador de vida. El noveno lugar de los muertos parecía mucho más acogedor que el resto del camino.

Tome aire una última vez. Recordé a mi familia y amigos… Y les envié con los cielos mis cariños y respetos. Recordé a mi mujer y a mi hijo, les envié mi protección con una estrella del alba, les envié mi amor con la belleza de la luna y la luz del sol. Doy un paso adelante y me entrego a los brazos de lo que es superior a mí ser.

Soy todo y parte del todo. Soy alma del alma.



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