jueves, 30 de septiembre de 2010

Vuelco de Trama.

¿Es importante escuchar las palabras de un hombre mal sentado en un sucio rincón del lugar?

Es la única pregunta que rondaba en mi cabeza en esos momentos.

¿Yo?... Yo lo tenía todo. Estaba en una posición de éxito, no solo tenía para comer y vestir, sino que tenia para tener mis propios lujos, tenía amigos que siempre me acompañaban y festejaban conmigo, tenía una mujer que alegraba mis mañanas y encendía mis noches.
Pero algo me incitaba a dialogar con aquel hombre. Aquel hombre que con suerte tenía un concho de cerveza en una botella desgastada y manoseada, un par de cigarrillos doblados y una servilleta usada más de una vez.

Me senté frente a él, buscando enfrentar sus ojos. Pero tras esas espesas pupilas, no encontré nada. Como si un ladrón de guante blanco hubiese removido hasta el último objeto en aquella opaca habitación exhibida en su mirada. Sus cabellos y barba blanca, junto con las arrugas en su amarillenta piel, señalaban el paso del tiempo; sus ojeras y marcas de lagrimas en sus secas mejillas, señalaban la tristeza que había en su corazón.

Y ahí estaba. Un joven que lo tenía todo, sentado frente a un viejo que no poseía nada.

Solo me dijo unas pobres y escuetas palabras: “Por hacer las cosas bien, no significa que todo saldrá bien”…
Solo le respondí con una carcajada, y una altanera frase: “Viejo loco”.

Han pasado ya diez años de aquel curioso encuentro. Mis lujos se transformaron en deudas, mis amigos me abandonaron por gente mas amable o mejor posicionada que yo, aquella mujer que lo era todo encontró un hombre que la supo valorar algo más que en las mañanas y las noches.

Sentado en un sucio rincón, bebo los últimos sorbos de lo que significo la limosna de un hombre acomodado. Un joven me observa, esta junto a un grupo de gente bella, pareciera ver algo que los demás no ven. Pareciera verme.

En mi cabeza, solo hay una respuesta, enviada a través del cruce de nuestras miradas y el gesto clásico de “salud” al levantar mi sucio vaso… Si, es importante escuchar las palabras de un hombre mal sentado en un sucio rincón del lugar.


Día a Día.

Y no desaparece.

Como cada mañana maldije el salir del sol. He encontrado un refugio bajo las sombras que producen mis ojos cerrados. Hoy tampoco es un día de vida.

La ducha simula una lluvia tenue, que pareciera lavar el cuerpo, más no el espíritu. La comida sabe a castigo. Entre culpas y rabias, logro comer lo suficiente para caminar.

En cuanto oculto mi rostro tras la máscara… Comienza el día.

La gente pasa y se recibe con gran alegría, hay risas, bromas y abrazos. Todas envueltas en cariño y promesas a cumplir. Brotan carcajadas y florecen sonrisas. El olor a optimismo inunda el lugar.

Y no desaparece.

Comienza el descenso y poco a poco el cielo devora al sol. Desde los cerros nacen los ríos de sangre que tiñen las nubes, desde los mares comienzan a vislumbrarse las primeras lagrimas arrojadas por los astros, cubriendo el negro vestido que utiliza la dama blanca.

La máscara pierde peso, se siente más cómoda. Entre elixir de olvido y aire envenenado por piedad, surgen palabras sinceras. Que desaparecen entre los inquilinos noctámbulos.

Tras el cansancio, se esconde la necesidad, que se disfraza de ventana en donde más que rostros se ven letras. Almas que suplican por la cicuta de la esperanza en oportunidades inexistentes.
Se intercambian historias y experiencias, mientras la ansiedad abunda en quien espera la sonrisa inalcanzable. Rumores de estocadas, finales felices y heridas abiertas no cesan de aparecer.

Y no desaparece.

En mis manos, la cuerda del futuro dibuja su polaridad.
Si diera la vida por traspasar la coraza y alcanzarla, no sería suficiente.
Si reuniera el disipado orgullo y pudiera darla la espalda, solo la mascara quedaría.

Los ojos se cierran lentamente, mientras los labios con un ultimo esfuerzo, mencionan en voz alta su nombre…

Y no desaparece.


El palacio de tus ojos.

Y en tus ojos construí un palacio.

Rodeado de nubes, iluminado bajo un eterno firmamento…
Sostenido en pilares de confianza y sinceridad, junto a un jardín de rosas regadas con ilusión y plantadas con esperanza.

Al pasear por sus pasillos escucho una vez más el soneto escrito con nuestra historia, el réquiem al compás de nuestros latidos, la sinfonía que deletrea tu nombre. El tenue vals de los vientos que murmuran en tus labios no deja de esparcir sonrisa a quien le presta atención, y alivia los corazones de aquellos que llaman al portón por una limosna de serenidad.

Puedo ver el blanco mármol de tus piernas, y la purpura seda de tus brazos. Puedo degustar la fragancia de tu espalda, el dulce sabor de tu cuello. Puedo sentir el calor de tu vientre y la seguridad de tu pecho.

Puedo vivir la sensación del cielo.

No existe lugar más hermoso, que el palacio que construí en tus ojos.

Cerrando el lugar y fortaleciéndolo como mis tres ejércitos, me despido del santuario de mi alma. El lugar que guarda mis sueños, el sitio que alberga a mi corazón.

Tus ojos se alejan de mí, junto con el monumento que construí en tu sonrisa y la torre que edifique en tu
perfil.

Algún día mis ojos no volverán abrirse como esta y todas las mañanas. Y ese día viviré en el palacio más inmenso que existe…

El palacio que construí en tus ojos.


(Foto cortesia de Yas).

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Historias 3° Parte (Núcleo).

Persona en Dos.


¿Por qué me miras?


Sabes bien que podría arrancar tus ojos sin esfuerzo alguno, podría comerlos sin escupirlos y reemplázalos con los dientes que te podría tirar de un golpe.


¿Por qué me encaras?


Sabes bien que podría desangrarte de un sencillo movimiento, y podría caminar entre los cadáveres de cada persona que te regalo una sonrisa en tu puta vida.


¿Por qué sigues ahí frente a mí?


Sabes que te matare… Y será lento y muy doloroso si lo deseo.





Toda tu vida huiste de mí… Toda tu vida me temiste al punto de soltar las lágrimas…
Toda tu vida preferiste la compañía de las mentiras, engaños y traiciones de los demás…


¿Y hoy simplemente vienes y me miras a los ojos como si fuésemos amigos?





Si no tienes nada que decir… Bienvenido.


Nieve en Verano.


Puedo prometer… Que los cristales del cielo cesaran ante la majestuosidad de tu paso.


No he olvidado ni mucho menos perdonado, sin embargo, no conservo rencor alguno, solo la tristeza de una despedida sin vida, con rostros cubiertos y corazones desprovistos de emoción.


Puedo prometer… Que cerrare los ojos y como los brillantes astros del cielo ante el alba, desaparecerás.


No recuerdo mala intención en el calor de las manos, ni falsedad en los ojos, mucho menos riesgo en los cabellos, aun así, me apena perder elixires exóticos que no se encontraran en otro aliento.


Puedo prometer… Que las sonrisas serán la aparición del sol en el día mas frio de la historia, aunque la tempestad que se esconde sea tan
intimidante como la espada del primero y último.


De alguna forma reuniré valor… De alguna forma encontrare camino en el abismo… De alguna forma conservare el barro bendito con aliento de vida.


Y aunque te prometa el mundo entero…  Mi lamento es debido a que nunca escuchare una promesa que puedas cumplir de tus labios, desde tu voluntad y firmado por tu corazón.

Sin destinatario ni esperanza.


Me abandonaste y te atreves a llamarme pecador…
Me culpaste y te atreves a llamarme hereje…
Me humillaste y te atreves a llamarme atrevido…
Me escupiste y te atreves a llamarme rebelde…

Lo que deseaba me lo arrebataste, lo que necesitaba me lo impediste, lo que quería me lo alejaste.
Lo que amaba lo convertiste en objetivo de odio.
Por lo que estaba dispuesto a morir… Lo pusiste más allá de mi alcance… Y solo te reíste de mí.

Iluminaste mi camino para verme caer, pusiste en mí el don para complicar mi andar…
Creaste esperanza para verme retorcerme en la ilusión.

Te haces llamar justo y lo único que haces es ver tu gran circo de insectos…
Disfrutas ver lo que hay tras las apariencias con tu sadismo enfermizo…

Te regocijas en tu omnipotencia para ver el sufrimiento de tu creación… Y solo juzgas desde tu trono barnizado en la sangre de los que rogaron por tu misericordia… Sabiendo como terminara este espectáculo vicioso… Que solo se consumirá en las llamas de su propia pasión.






martes, 28 de septiembre de 2010

Historias 2° Parte (Atmosfera).

Bailarina.

Palabras mudas… Que nunca serán escuchadas.

Silueta de luz radiante, dulce y pura, como el sol que alivia mis ocasos…
Entregas tu majestad a la vista de quien siente los vientos de tu danza…
Hermosa, deleitas con tu rostro de miel y tu piel de pétalos…
Escultura cubierta tras el manto divino de la esperanza…

Se que tan difícil es llegar a ti… Se que tu tierna mano es inalcanzable…

Sin entender porque no puedo entrar al noble salón de tus ojos…
Me cuesta aceptar que solo dances bajo el cielo de alguien más.


Herencia de preguntas y respuestas.

- Padre… ¿Este hombre maloliente y descuidado es una mala persona?-

Preguntaba el niño curioso que comienza a ver el mundo con sus propios ojos.

- No lo sé hijo… Solo Dios conoce por cuanto a pasado este hombre para llegar donde esta, sin embargo, mientras siga vivo tendrá una nueva oportunidad, y eso debería ser su motivo y su merito.–
Con una sonrisa en su rostro, el cansado hombre coloco parte del sol en su corazón, se armo de valor y siguió su camino… Una vez más.

Melodia Silenciosa.
Las notas resuenan en la menta de quien escucha su canción.
Sinfonías compuestas con lágrimas del pasado…
Sonetos que susurran presencias y rostros del hoy…
Operas que quiebran la barrera de sentimientos que vendrán en el futuro…
¿Qué juglar podría anticipar los holones de esta peculiar partitura llamada vida?
¿Qué rostro podría iluminar las esperanzas de este agonizante director de orquesta?
Una pequeña nota sobresale en esta eterna obra carente de tiempo…
Y es cuando escucho tu nombre… Y todo vuelve a comenzar.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Historias 1° Parte (Anillos externos).

Costas.

Y aunque buscara alcanzar el mas hermoso de los amaneceres en tu sonrisa, seguiria encontrando un gran obstaculo en mi propio corazon.
Desde las helidas costas de la desperanza, observo timidamente el tesoro que representan tus manos, el inalcanzable placer de tu alegria, la imposible meta que representa tu corazon.
Agonizando en mis propios mares de sangre, contempo como una vez mas caen los tempanos de soledad.


Deseo.

Inspírame solo una vez...
Con el más puro de los suspiros que provenga de tu alma…
Y entrega una luz de aliento a mi corazón.


Horarios del Corazon.

Y por más que ignoro a mis oídos… No dejo de escuchar…
Tic… Tac… Tic… Tac…
Aun cuando entro bajo el manto de Morfeo, solo escucho…
Tic… Tac… Tic… Tac…
Cuando creo que la vida me sonríe, vuelve para atormentarme…
Tic… Tac… Tic… Tac…
En el momento que mis brazos caen y la vida me golpea, vuelve…
Tic… Tac… Tic… Tac…

Cada vez que pienso en ti…
Tic… Tac… Tic… Tac…
Recuerdo que tu corazón no me aloja en sus recuerdos…
Tic… Tac… Tic… Tac…

Cada vez que pienso en ti…
Tic… Tac… Tic… Tac…
Siento que mi corazón, deja de latir…
Tic… Tac… Tic… Tac…
Tic… Tac… Tic…
Tac… Tic…
Tac...
...


sábado, 25 de septiembre de 2010

Ser y estar.

Yo no soy tu, ni tu eres yo...
Tu no eres ella, ni yo soy el...
Yo no fui, ni tu seras...
Tu no estaras, ni yo estuve...

Sin embargo...

Hoy yo soy yo y aqui estoy...
Hoy tu eres tu y aqui estas...

Te propongo que hoy seamos y estemos...
Te propongo que tu seas yo a las vez que yo soy yo...
Te propongo yo ser tu a las vez que tu sigas siendo tu...

Quedate junto a mi esta noche para que descubras lo simple que es ser solo tu y yo.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El Almohadón de Plumas.

"El almohadón de plumas". 
de Horacio Quiroga.



Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

-Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de
sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

martes, 21 de septiembre de 2010

Relatos Re-Leidos III

Entre encuentros y desencuentros.

En las penumbras olvidadas del boulevard encuentro lo que buscaba.
Suspiro, mientras el telón comienza a descender, suave pero aparatosamente.

No sabía como expresarlo, cuando el corazón habla exagera mucho, cuando la razón habla compromete muy poco. Había olvidado la polaridad de la intuición y el instinto.

Llevo tanto tiempo preso de mis propios fantasmas, que olvide la sinceridad que puede tener una sola palabra bien dicha. Era tan simple, y en el momento parecía imposible pronunciar silaba alguna.

De mi seca boca, azotada por los licores de la hora 28 después de tu partida, sale una tibia palabra, adornada por la esforzada sonrisa que ha roto sus grilletes y ha alcanzo su libertad.

“Cuídate”.

El telón termina de caer por completo. La trágica comedia ha acabado y los ruidos de la implacable ciudad parecen aplausos…

Hoy será una fría noche en las calles.




Mascaras y Silencios.

Y nuevamente despierto agotado… Mi pensamiento se ha acostumbrado a la humedad de mis mejillas antes del despertar del sol. Mientras me levanto para ir a lavar mi rostro, una vez más tomo conciencia de lo solitario que es este lugar.

Mientras el rostro reflejado en el espejo se burla de mí con sus sarcasmos, vuelvo a los brazos de la imaginación, recordando lo que podría haber sido una historia diferente. Pero la alegría se disipa cuando el agua logra acariciar mi rostro. Esta pálido y frio, incluso antes del contacto con el agua.
El sonido del insoportable reloj clava sus agujas en mis brazos y el olor de aquel utilizado cenicero rasga mi voluntad de solo dormir en paz.

Solo una frase cruza mi corazón en estas horas oscuras…
“Nunca es suficiente".

La batalla entre aquel que llora por sus heridas y aquel que bebe de su sangre, es cada vez más fuerte dentro de mi alma. Ambos saben que tu elección fue con el corazón, pero admiten que no pueden dejarte ir.

Quiero que seas feliz. Pero me haría feliz ser yo el que pudiese cobijarte en mis brazos.
El reloj ya no espera, en cualquier momento el telón del día subirá y comenzara una nueva función. Salgo de mi último acto con una reverencia a lo que siento por ti. Y le pido al director que me permita sobreactuar un poco más mi voluntad.

Por hoy, la función acabo. Pero sé que mañana, volveré a pensar en ti.



Relatos Re-Leidos II

El Quita Pena.

Llevo horas sentado contigo, y con suerte me miras a los ojos…
No he escuchado respuesta alguna, ni la más escueta de las palabras.

Tu cuerpo moreno, con labios color sangre, y tu aroma a fruta siempre me han engatusado…
Aun así no estoy aquí para ser seducido… estoy aquí buscando una respuesta.

Se bien que tu fidelidad no me pertenece, pero me conformo con disfrutar cada sorbo que robo de tu cuerpo. De cierta forma, sabes que no puedo vivir sin ti.

Y aquí estoy… Sentado, triste, viejo y cansado… Esperando por ti.
Para que alivies el dolor que consume mi alma, para que me hagas olvidar mis pecados más crudos, para que me hagas sentir el placer de caer al abismo y escupirle a la muerte…

Y aquí estoy… Sentado una vez mas en el “Quita Pena”…
Con mi ultimo aliento de lucidez, deduciendo que por mas que busque o espere…

En el fondo de mi vaso, no encontrare respuesta… Mucho menos solución.




En silencio.

Por más que oculte mí enmascarado dolor… Siempre sale a flote de alguna forma.
Silenciados gritos del corazón que son callados una vez más…
Historia que se repite, sin necesidad de ser contada.

Heridas que no sangran, cicatrices sin marcas…
Un noble espíritu saboteado por su propia cobardía, estupidez e insatisfacción.
Lagrimas invisibles que solo acarician la piel…
Sentimiento invalidado por los fantasmas que desgarran al agonizante corazón.

Si el tiempo detuviese su paso y quisiera volver atrás… Cometería los mismos errores…
La debilidad de mi alma no cedería ante tan seductora oscuridad…
Que no me permite mirar tus ojos… Entregarles aquella liberadora verdad.

Sentado nuevamente desde la ventana que proyecta las sombras del ayer y la luz del mañana…
Acaricio mis alas cansadas de volar millas y millas buscando respuesta en mi interior…
Hermoso ángel digno de mi alabanza… Deseo verte sonreír y brillar…
Aunque el infierno consuma mi ultima gota de alegría…O mi ultima gota de dolor…

Por siempre… Para siempre.



Relatos Re-Leidos I

Cautivo.

Más allá de la estupidez o la ceguera…
Es la incapacidad de distinguir entre lo posible y lo imposible…
Encontrando donde no estas… Queriendo lo que no puedo alcanzar.

Cambiando sangre por oportunidades…

No logro romper los grilletes del temor, ni desatarme de las cadenas de mi sufrimiento.



Cazador presa del destino.

Bajo el blanco manto que el cielo me ha heredado, cubro las cicatrices de lo que alguna vez fue belleza apreciable al ojo silvestre.
Cobijado entre la fría nieve y la tenue luz de luna, apoyo mi cuerpo, anhelando aquel descanso que no parecer llegar.
Acorralado entre las esquinas del error y los pabellones de la culpa, lanzo una mirada fiera, deseando conexión con un corazón compasivo. Solo encuentro lastima falsa y morbosidad genuina.
La potencia de mi desgastado aullido no penetra las capas del cielo. Es rechazado por el mismo viento que tantas veces lo acuno. Un viejo amigo que me da la espalda.
El fuego del orgullo no permite una despedida. El hielo de la desesperanza no permite lágrimas por derramar.

Pequeño copo de nieve… Cumple mi última petición.
Envía mi sabiduría a mis amigos… Que no sean vacías aquellas tardes de conversación.
Envía mi coraje a mi familia… Que mi espíritu siempre les llevara por la senda fuera de la tempestad.
Y envía el pequeño aliento que aun conservo de amor… Para aquellos que aun tienen algo porque vivir… Y un alguien que los espere más allá de las riveras de la pasión.
Pequeño copo de nieve… Gracias.

El silencio se apodera de este bosque oscuro y abandonado.
El último suspiro, le pertenece a quienes entrego mi alma y corazón.


Recuerdos en una calle vacia.

Y vuelvo a encontrar la misma esquina…
Han pasado un par de horas, no recuerdo porque comencé a caminar…

Supongo no tengo nada mejor que hacer.

Aquel faro parece triste, esta con sus hombros encogidos, pareciera que comenzara llorar… Si me acerco pensara que tengo lastima de el…
Con mis manos en los bolsillos vuelvo a caminar.

La luna se ve hermosa esta noche… Me recuerda a tu rostro…

Pálido y resplandeciente a la vez…
Tan preciado como el fino diamante… Tan inalcanzable como el mismo Dios.
Nunca ha sido fácil recordarte… Para que hablar de olvidarte…

Continúo caminando.

Hace algo de frió, creo recordar que hace unos minutos llovió. Eso explicaría porque camino solo por estas calles. El afortunado cigarrillo en mi bolsillo izquierdo ha ganado el derecho de consumar su vida.

Me detengo para capturar su aroma… El prenderlo solía ser lo mejor.

A lo lejos escucho unas campanas… Parecen despedir a alguien.
Nunca se me hizo fácil despedirme de alguien… Sentía que no tendría las palabras correctas.

Mirando una pequeña estrella, con una mano en un bolsillo y una acercando el debilitado cigarrillo a mi boca… Vuelvo a caminar.

Siento el viento correr por mi cara… Juraría que trae un llanto a mis oídos.

Me hace recordar que tus lágrimas destrozaban mi corazón… Daría mi vida por ver tu sonrisa elevada hasta el mismísimo firmamento… ¿Por qué viene este recuerdo a mi mente en estos momentos?... Podría jurar que aquel lamento que susurra el viento se parece mucho a tu voz.

Escucho una melodía… Es una cajita musical.

Me prometiste que el día que dejara este mundo, me regalarías aquella cajita que guardabas como si fuera tu alma… Como si fuera tu corazón…
Nunca olvidare tu rostro el día en que te la regale…
Supe que eras feliz… Supe que al verte, yo era feliz.

Y vuelvo a encontrar la misma esquina…
Han pasado un par de horas, no recuerdo porque comencé a caminar…

Supongo no tengo nada mejor que hacer.



lunes, 20 de septiembre de 2010

Vagabundo.

Y el retorno del hijo prodigo era una cronica anunciada.

El eterno viaje comienza desde el encuentro de una morada, hasta conseguir lo que en el fondo de su corazon quiere llamar "Hogar".