martes, 21 de septiembre de 2010

Relatos Re-Leidos III

Entre encuentros y desencuentros.

En las penumbras olvidadas del boulevard encuentro lo que buscaba.
Suspiro, mientras el telón comienza a descender, suave pero aparatosamente.

No sabía como expresarlo, cuando el corazón habla exagera mucho, cuando la razón habla compromete muy poco. Había olvidado la polaridad de la intuición y el instinto.

Llevo tanto tiempo preso de mis propios fantasmas, que olvide la sinceridad que puede tener una sola palabra bien dicha. Era tan simple, y en el momento parecía imposible pronunciar silaba alguna.

De mi seca boca, azotada por los licores de la hora 28 después de tu partida, sale una tibia palabra, adornada por la esforzada sonrisa que ha roto sus grilletes y ha alcanzo su libertad.

“Cuídate”.

El telón termina de caer por completo. La trágica comedia ha acabado y los ruidos de la implacable ciudad parecen aplausos…

Hoy será una fría noche en las calles.




Mascaras y Silencios.

Y nuevamente despierto agotado… Mi pensamiento se ha acostumbrado a la humedad de mis mejillas antes del despertar del sol. Mientras me levanto para ir a lavar mi rostro, una vez más tomo conciencia de lo solitario que es este lugar.

Mientras el rostro reflejado en el espejo se burla de mí con sus sarcasmos, vuelvo a los brazos de la imaginación, recordando lo que podría haber sido una historia diferente. Pero la alegría se disipa cuando el agua logra acariciar mi rostro. Esta pálido y frio, incluso antes del contacto con el agua.
El sonido del insoportable reloj clava sus agujas en mis brazos y el olor de aquel utilizado cenicero rasga mi voluntad de solo dormir en paz.

Solo una frase cruza mi corazón en estas horas oscuras…
“Nunca es suficiente".

La batalla entre aquel que llora por sus heridas y aquel que bebe de su sangre, es cada vez más fuerte dentro de mi alma. Ambos saben que tu elección fue con el corazón, pero admiten que no pueden dejarte ir.

Quiero que seas feliz. Pero me haría feliz ser yo el que pudiese cobijarte en mis brazos.
El reloj ya no espera, en cualquier momento el telón del día subirá y comenzara una nueva función. Salgo de mi último acto con una reverencia a lo que siento por ti. Y le pido al director que me permita sobreactuar un poco más mi voluntad.

Por hoy, la función acabo. Pero sé que mañana, volveré a pensar en ti.



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